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La importancia de cercos vivos ha sido destacada por varios autores de la región para los diferentes sistemas agroforestales(Montagnini et al 1992) y en particular para la ganadería (Simón L 1996). Los beneficios de estos cercos están suficientemente enumerados, reconocidos y estudiados en América Central.
En Colombia el área dedicada a las plantaciones forestales comerciales en relativamente pequeña. Se calculan unas 166.000 hectáreas (Etter A 1998) que se localizan principalmente en la región andina y en pequeña proporción en la Caribe y Orinoquia. La mayoría de los cultivos de Eucalyptus, Pinus y Cupressus se destinan para la producción de celulosa. La alta densidad de árboles por hectárea, la tecnología utilizada para el cultivo y los terrenos pendientes limitan en forma drástica el uso de animales asociados a las plantaciones.
Algunos se localizan en las regiones de frontera de la selva húmeda en la Amazonia y el Pacífico, como sistemas de transición en los que el ganado penetra en los bosques y consume múltiples especies del sotobosque y frutos de árboles del dosel. En muchos casos preceden o contribuyen al establecimiento definitivo de las praderas pero también son el resultado de la incapacidad de controlar la sucesión vegetal debido a las precarias condiciones económicas, la extensión territorial o los fenómenos de migración de los colonos (enfermedades, inundaciones, violencia). En general se desarrollan en suelos muy ácidos, con mínimo fósforo y bases intercambiables y toxicidad de hierro y aluminio. Los parámetros productivos son muy bajos y los impactos ambientales muy fuertes.
Algunos se localizan en las regiones de frontera de la selva húmeda en la Amazonia y el Pacífico, como sistemas de transición en los que el ganado penetra en los bosques y consume múltiples especies del sotobosque y frutos de árboles del dosel. En muchos casos preceden o contribuyen al establecimiento definitivo de las praderas pero también son el resultado de la incapacidad de controlar la sucesión vegetal debido a las precarias condiciones económicas, la extensión territorial o los fenómenos de migración de los colonos (enfermedades, inundaciones, violencia). En general se desarrollan en suelos muy ácidos, con mínimo fósforo y bases intercambiables y toxicidad de hierro y aluminio. Los parámetros productivos son muy bajos y los impactos ambientales muy fuertes.
Los principales impactos ambientales de las actividades ganaderas no están estudiados con profundidad. Además de la conexión directa e indirecta con la tala y quema de bosques, la ganadería también genera otros impactos ambientales negativos como la erosión y compactación del suelo; uniformidad genética del territorio al privilegiarse el monocultivo de gramíneas mediante quemas estacionales y eliminación de la sucesión vegetal por medios químicos (herbicidas) o físicos; desecación de humedales; construcción de vías de penetración; demanda creciente de madera para cercos, corrales de manejo y camiones ganaderos; contaminación del agua y el suelo por fertilizantes sintéticos y plaguicidas y otros efectos (Murgueitio E y Calle Z 1998).
Colombia es un país situado en el extremo noroccidental de Suramérica, con una extensión de 1’141.748 kilómetros cuadrados, que equivalen al 0.77% de las tierras del planeta (DNP 1997). Para 1996 la población proyectada fue de 39 y medio millones de personas (DANE 1996). La cobertura vegetal actual del territorio está constituida en la actualidad por 53.2 millones de hectáreas en bosques, 21.6 millones por vegetación de sabanas, zonas áridas y humedales; 1.1 millones por aguas continentales, y asentamientos humanos y por lo menos 38.4 millones de hectáreas en usos agropecuarios (IVH 1998).